El agua como arma de guerra

Descalzo, con la mirada de quién ha vivido cien vidas, y cargando con el pesado bidón amarillo que garantizará el agua del día de su familia, uno de los niños del campo de desplazados de Raydah donde damos agua desde hace varios años, vive una infancia que jamás debería ser así.

Desde que empezó la guerra en Yemen, lo niños y niñas dejaron de ir a la escuela para hacer trabajos que antes hacían los adultos: cargar pesados bidones de agua, vender cualquier cosa por las calles…

Especialmente son los responsables del agua, y cada día recorren largos trechos y esperan varias horas haciendo cola ante los depósitos de agua de los que depende la vida de su familia y la propia. Si tienen mucha suerte, después podrán ir a la escuela, a la que irremediablemente llegarán tarde porque ir a por agua es una tares muy muy pesada. Si viven desplazados en los campos, simplemente, pasarán el día alrededor de los depósitos de agua, controlando los recipientes de su familia para asegurarse que no se los roben y puedan llenarlos.

Yemen ya era antes de la guerra uno de los países con menos agua del mundo: cada yemení disponía solo de 125 metros cúbicos anuales frente a los 2.500 de media mundial.

Con la guerra el desastre es aún mayor.

Dejar a la población sin agua es una de las armas de guerra que se han usado y se usan en Yemen: bloquear el país, dejarlo sin combustible para extraer el agua del subsuelo, bombardear los pozos…

Desde hace casi 9 años damos AGUA POTABLE para evitar el cólera, la deshidratación, el tifus y muchas otras enfermedades.

El proyecto Agua Para Yemen se inició instalando 2 depósitos de agua de 2000 litros. Hoy, 9 años más tarde tenemos 35 depósitos de agua en 3 campos de desplazados y en 1 suburbio marginal, y damos agua a más de 9.000 personas, el 75% niños y niñas.

Él es uno de estos niños. En su mirada triste y apagada, todo el peso del hambre, la sed, la pobreza y la miseria.

¡Qué injusto todo!

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